lunes, 30 de diciembre de 2013

Esa casa.

Las persianas de esa casa vuelven a estar subidas y puedo observar que los colores del salón siguen siendo los mismos. Vuelve a haber ropa tendida los días soleados y las luces están encendidas por las noches. Después de tanto tiempo, la casa vuelve a tener vida. Pero no es lo mismo, la persona que está sentada frente a la ventana, es una extraña para mi. Esa cruz que había colgada al lado de la puerta ha sido cambiada por una percha donde hay colgadas unas batas que ni siquiera recuerdo su color. El ambiente de la casa ya no es el mismo. Ni la familia, ni el aroma que desprendía la casa al abrir la puerta. Ese olor tan característico del ambientador, del cual, todavía recuerdo su color morado intenso. El chasquido de la puerta al cerrarse y también, el chasquido al echar la llave. Eran, exactamente, dos vueltas. Nunca fallaba.
Me sentía en casa, eso es todo. Estaba tan a gusto, que no quería marcharme. Y ahora, nada de eso existe, todo ha cambiado.

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