jueves, 3 de julio de 2014

Se enciende un cigarrillo y piensa en él. No sabe donde se encuentra, todo le parece desconocido, no conoce ni una sola cara, ni una excepto la de él. Lo encuentra entre la multitud y se pregunta qué narices está haciendo él en su sueño. Porque vuelve a aparecer después de tanto tiempo. Ella se acerca, y le resulta increible la manera en la que se tratan entre ellos, como si todavía quedara algo.
Y de repente, desaparece. Su cigarrillo está a medio consumir y él no está, se ha esfumado, como lo está haciendo el cigarrilllo entre sus manos. 
Tiene que encontrarlo, es lo único en lo que piensa. Quiere volver a verlo, despedirse de él. 
Empieza a correr, buscando entre la multitud. El cigarrillo sigue consumiéndose y eso solo significa una cosa: el tiempo está pasando, sabe que se va a despertar. El fuego asciende rápidamente dejando al rojo vivo el papel blanco.
Levanta la cabeza desesperada y lo sabe, sabe que no hay esperanza, que lo ha perdido y que no va a volver a verlo. Que incluso los sueños pueden joderla con recuerdos del pasado. 
Tiempo.
El cigarrillo se ha consumido y sabe que ya no hay tiempo, que se va a despertar. Entonces, lo tira al suelo y lo pisa con fuerza. El sol desaparece, la gente se queda en silencio, no se oye nada. Todo lo que la rodea ahora es oscuridad. Sabe que cuando los abra volverá a ver la luz. 

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