domingo, 23 de septiembre de 2012

Capitulo 3: El comienzo.

De pronto, aparecí en medio de un campo. A mi alrededor no había más que una extensa pradera y una granja a lo lejos. No entendía que hacia allí, ni como había llegado. Me levanté del suelo y me até los cordones de mis zapatillas. Me recogí el pelo en una coleta y empecé a andar hacia el único lugar donde creía que iba a encontrar alguna pista sobre el sitio en el que me encontraba, la granja.
A medida que iba andando, miraba hacia mi alrededor, para comprobar si al menos me resultaba familiar. Pero estaba totalmente aturdida, y nada en aquel momento encajaba.
De pronto, me paré en frente de la granja. Era más grande de lo que imaginaba. Había paja por todos lados, y las paredes de lo que parecía ser el cobertizo estaban pintadas de rojo con lineas blancas en los marcos de las puertas y las ventanas. Rodeé aquel lugar para familiarizarme y para ver si había alguien que pudiera ayudarme, pero al contrario, me topé de frente con la soledad. Cuando terminé de explorar el cobertizo, me acerqué a la casa. Parecía bastante grande desde fuera. Estaba pintada de color azul cielo y antes de llegar a la puerta, recuerdo que había exactamente cuatro escalones. En cada uno de ellos, habían dibujadas un tipo de aves. Las reconocí al momento y supe que se trataban de golondrinas.
Cuando estuve justo delante de la puerta, llamé al timbre y esperé a que alguien abriera.
Al cabo de largos segundos, un señor mayor, de unos setenta años, se encontraba frente a mi. Su cara, desprendía bondad y amabilidad.

-Perdone señor, ¿Podría decirme en qué lugar me encuentro? No se como he llegado hasta aquí... -supliqué asustada.
-Claro jovencita, pase para que le sirva una tila y se calme un poco.
-Muchas gracias señor, de verdad, no sabría como agradecerselo.

Recorrí el estrecho pasillo recto que había hasta llegar a la cocina. El suelo era de madera y a veces crujía cuando pisabas sobre ella. Las paredes estaban llenas de retratos viejos a blanco y negro. Supuse que serían familiares del anciano.

-Puedes sentarte donde quieras, bonita. Ahora te preparo la tila.
-Muchas gracias señor. ¿Y bien? ¿Qué lugar es este? ¿Está muy retirado de la ciudad?

Mis ojos se humedecieron, pero por suerte no rompí a llorar en aquella casa extraña y con aquel hombre que no conocía de nada.

-Verás, estás en mi granja. Vivo a aquí con mi mujer y con mi nieto pequeño. -me sirvió la tila y se sentó a mi lado.
-Señor... le agradecería que me aportara más información...
-No necesitas saber nada más, ahora te traigo a mi nieto, verás que majo te parece, seréis amigos, ya verás.
-Oiga señor, de verdad, no hace falta, yo solo quiero irme a casa...

Todo aquello empezó a parecerme muy extraño, rompí a llorar en cuanto el anciano se fue y tiré la tila por el fregadero, no me fiaba de aquel viejo chalado. Me levanté de la silla y me dirigí hacia la puerta para irme de aquel lugar tan espantoso.
Pero sin darme cuenta choqué con alguien al salir y me tropecé cayendo al suelo.
Cuando pidió disculpas repetidamente, me di cuenta de que conocía esa voz. Confirmé mis dudas al alzar la cabeza y encontrarme con aquellos ojos.

-¿Mike? ¿Pero... pero que haces tu aquí? Esto es una broma, ¿verdad?

Entonces una voz fina y alegre se entrometió por medio.

-¡Carolina, Carolina! ¡Despierta!
-¿Alexa? -abrí los ojos y me encontré con un mi hermana pequeña. -¿Qué haces aquí?
-Me ha traído Martina, ¡Venga despierta!
-Te dije que vendría, ¿recuerdas? -interrumpió Martina.
-¿Y se puede saber que hora es? -Me levanté a puras penas de la cama y miré el reloj -¡Solo son las nueve!
-Bueno, ya sabes como es tu hermana, se ha empeñado en que quería venir ya y que te echaba de menos.

Alexa, era mi hermana pequeña, ella era toda la familia que tenía en aquel momento, era la que me hacía feliz. Tenía siete años, los ojos azules claros y el pelo liso, de color castaño oscuro. Le llegaba más abajo de los hombros, siempre le había gustado tenerlo largo. No había quien le quitara la sonrisa de la boca y como niña que era siempre estaba de aquí para allá. Había intentado protegerla de todo lo malo cuando sucedió lo de mis padres, y parecía ser que había funcionado.
La dejé en casa de Martina aquella noche porque necesitaba estar sola y no quería que Alexa me viera triste y deprimida.
Para ser sincera, Martina siempre estuvo ahí cada vez que la necesité. Era la persona que me ayudaba en todo. Cada vez que tenía algún problema, ella estaba ahí. Teníamos los gustos muy parecidos, igual que la forma de pensar. Así que nunca nos enfadábamos, ni nada por el estilo.
Martina tenía un aspecto envidiable. Tenía los ojos azules y la piel morena. Su pelo era liso y castaño claro. Le llegaba por debajo de los pechos. Su estatura era estándar, y al igual que yo, tenía su personalidad clara. Tenía un piercing en la nariz y una sonrisa perfecta. Aunque le gustaran los tatuajes, prefería esperar a hacerse uno, siempre decía que quería estar segura de algo tan importante como marcarte la piel para siempre. Yo al contrario, me hice el primer tatuaje el mismo día en el que Martina se hizo el piercing.

-Ven aquí enana -cogí a mi hermana en brazos y la lleve al salón para sentarla en la mesa- ¿Que quieres para desayunar?
-Leche con cereales -Alexa sonrió y se mojó los labios.

Me dirigí a la cocina, y preparé cereales con leche para las tres. Nos encantaba desayunar juntas. En realidad Martina era como una tía para Alexa y para mi, era prácticamente como una más de la familia.
Mientras preparaba los tazones de leche, Martina puso la mesa y encendió la televisión. Cuando todo estuvo preparado, las tres desayunemos entre risas, ellas me contaban todo lo que habían echo y lo bien que se lo habían pasado. Alexa quería repetir aquello con Martina, a mi me pareció bien, sabía que estaría bien cuidada.
Cuando terminamos de desayunar recogimos la mesa entre las tres y nos sentamos en el sofá a ver la televisión.
Todo iba bien, hasta que de repente, sonó el timbre de la puerta, y supe que había llegado el momento. Lo que menos quería en este mundo, aquel sobre que tanto me había amargado.
Me levanté temblorosa y abrí la puerta, y allí estaba mi tía, con una mirada fría y desafiante.
No era bienvenida a mi casa, eso era más que obvio, pero ella, cruzó la puerta a pesar de que sabía lo que pensaba.
Mis ojos se humedecieron, y no pude hacer nada para evitarlo. El mundo se me cayó encima, y sentía que toda mi vida se estaba desmoronando por completo.
Quería coger a Alexa y llevármela lejos de aquí, donde nadie pudiera molestarnos, pero no podía, era algo imposible.

-¡Tía Joana! -oí gritar a Alexa desde el salón.
-Hola mi niña -contestó.

Cerré la puerta y me dirigí hacia mi pesadilla. Martina me miró preocupada, ella, sabía lo que iba a pasar. Entonces Joana, se sentó en el sofá, y empezó a hablar con Alexa seriamente, escuché, todas y cada una de las palabras que salían de su boca.
Yo, me quedé de pie, inmóvil, sin saber que hacer, mientras mi pesadilla se estaba formando ante mis ojos.
Vi a Alexa recogiendo sus cosas, metiendo toda su ropa en aquella maleta rosa que le compré cuando nos mudemos de casa.
Martina permaneció a mi lado en cada instante, todo el tiempo en el que Joana y Alexa estuvieron haciendo las maletas.

-Carolina... -Alexa se acerco llorando- Yo... no quiero irme, ¡quiero estar contigo! -se lanzó a mis brazos desolada por completo.
-Escúchame, reina. -la puse frente a mi y le sequé las lágrimas- Quiero dejarte algo bien claro. Por muy lejos que te vayas, siempre vas a ser mi princesita, la razón por la que levantarme cada mañana. Siempre te voy a llevar aquí -señalé mi corazón con el dedo índice- ¿Me oyes? Siempre, por mucha distancia que haya, te voy a querer más y más cada día. Pase lo que pase, nunca te olvides de eso. Tú, eres mi hermana, y eres lo que más quiero en esta vida. -me quité el medallón y se lo puse a Alexa- Toma, quiero que tengas esto, prométeme, que siempre lo llevarás encima y que te acordarás de mi, solo prométeme eso.
-Nunca me olvidaré de ti, Carolina -se lanzó a mis brazos, y me susurró un dulce e inolvidable “Te quiero”.

Joana agarró a Alexa del brazo y se despidió rápidamente. Fue ahí cuando empezó lo peor. Cuando escuché el sonido de la puerta al cerrarse. Cuando mis gritos invadieron el salón y Martina me abrazó fuertemente. Fue ahí, cuando empezó... esta gran historia.

5 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Me siento especial de hacer que mi novela os llegue tan dentro, de verdad.
      <3

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  2. Te joro por mi vida que ahora mismo estoy llorando :')

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    1. Como he dicho antes, me siento muy especial por hacer que este capitulo os haya emocionado tanto. <3

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  3. ¡Estoy súper intrigada con qué pasa! Estoy siguiendo tu historia desde que publicaste el primer capítulo, pero hasta ahora no me he decidido a comentarte algo xD
    Si te tengo que hacer alguna crítica constructiva, te diría que cuidaras la ortografía y las repeticiones. Pero tu forma de escribir es muy bonita ^^
    ¡Te sigo, aunque desde hace tiempo! jajajaja
    Espero que te pases por mi blog algún día, me haría ilusión que leyeras mi histoia y me dieras tu opinión ^^

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