Ven, acuéstate, que yo me encargo del resto. De los besos, por ejemplo, o de las caricias en tu espalda desnuda. Ven, deja caer tu cabeza sobre mi pecho, que yo me encargo de los susurros, de las sonrisas y de cuidarte. Ven, dame tu mano y entrelaza tus dedos con los míos, que yo me encargo de que no pases frío esta noche, de los abrazos y de esas palabras que quedan flotando en el aire. No pienses en nada, es fácil. Tú ven, que yo ya estoy aquí, esperando.
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